Autor : Charlotte J. Haug N Engl J Med 2015; 373:25
Comentado por : Adrián Gallardo
“Hecha la ley, hecha la trampa”
Antiguo refrán argentino
El investigador científico parece ser un individuo
creativo, de mirada inquisitiva sobre la realidad,
curioso y ávido de conocimiento, teórico o práctico,
y que rehúsa el conformismo basado en los últimos
hallazgos de la ciencia que practica. Su labor, la
actividad investigadora, comporta un exhaustivo
trabajo desarrollado por medio de un método científico, riguroso, crítico y racional que no siempre
arroja los resultados esperados. El escenario donde
se desarrolla forma parte de un juego donde la
industria, las revistas científicas, los editores, la
presión por publicar y los propios investigadores
son actores principales. Esa presión para publicar
muchas veces lleva a la distorsión intencionada de
la información científica, la distorsión del método.
Esto es lo que llamamos fraude científico.
¿Qué es el fraude? La Real Academia Española
sostiene que fraude (del latín fraus, fraudis) es
una “acción contraria a la verdad y a la rectitud,
que perjudica a la persona contra quien se comete”. Así, podríamos ensayar aquí una definición
sobre fraude científico, a saber: registro y/o reporte discrecional de datos prefabricados o falsos
devenidos de la actividad científica, proyecto o
estudio; así como también, retener información
o datos de reporte o que se haya intencionalmente
registrado, reportado o retenido dicha información
como resultado de un dolo deliberado. Otras figuras representativas de este accionar pueden ser la
omisión, invención, plagio, falsificación, publicación duplicada o alteración de datos. Todos ellos
forman parte de lo que también se conoce con el
nombre de mala conducta científica.
De acuerdo a las afirmaciones de Arturo Casadevall, de la facultad de Medicina Einstein de Nueva
York, podríamos encontrar algún fundamento al
accionar: “La investigación biomédica se convirtió en una suerte de juego en el que el ganador se lleva toda la apuesta con incitaciones perversas que
conducen a los científicos al laxismo y en algunos
casos a falsificar datos o a cometer otras faltas profesionales”. Es posible que la situación actual en lo
concerniente a publicaciones científicas (renombre
y prestigio para los autores que publican sus trabajos en destacadas revistas, regalías, presiones de
los laboratorios y la industria ligada a las ciencias,
etc.) no haga más que avivar la llama incluso en
los ámbitos locales donde son comunes frases como“Publica o muere” (Publish or Perish, en inglés), o
su homónima “No publicas, no existes”.
Schulz y Katime1 consideran que “[…] la idea
de deshonestidad en ciencia es repugnante. Es
un artículo de fe entre los científicos tomar como
garantizada la integridad de sus colegas. Uno
puede pensar que son locos, obtusos, simples,
idiotas o alucinados, pero nunca piensa que falten
a la verdad en forma consciente”. La comunidad
científica aborrece la falta de honestidad y nadie
juzga maliciosamente aquellos errores metodológicos en los estudios científicos. Sin embargo,
es de mencionar que existen (según Homero) dos
clases de errores: el error involuntario, atribuible
a la mera naturaleza humana y su imperfección
y, por otro lado, el error malicioso, propio de la
persona que sabe que está cometiendo un error
con su accionar y, sin embargo, igual lo realiza.
Todos sabemos que “errar es humano”, pero en
el caso de la segunda categoría…
El 17 de diciembre pasado, The New England
Journal of Medicine publicó una “Perspective” en
alusión al fraude en las publicaciones científicas,
pero con una nueva modalidad basada en el proceso de revisión por pares. Este es el motivo del
presente comentario.
El artículo, no mayor a dos páginas, refiere
acerca de las retractaciones en las que debieron
incurrir revistas de reconocido prestigio luego de
investigar el origen de las revisiones a que fueron
sometidos algunos artículos; así, mencionan que en
el mes de agosto de 2015, Springer debió retractarse de 64 artículos de 10 publicaciones diferentes.
Retractación que, por cierto, apareció apenas unos
meses después de que BioMed Central retractara
otros 43 artículos por la misma razón. Sostienen
que el motivo de estas retractaciones se debió a
una falsa revisión por pares.
Haug, autor del artículo, hace referencia explícita a algunos casos y describe así los procesos: “[…]
el procedimiento era simple. Él le daba a las revistas posibles nombres de revisores, conjuntamente
con sus direcciones de correo. Pero estas direcciones
las había creado él mismo, de manera que los correos le llegaban a él o a sus colegas. No sorprendentemente, el editor recibía buenos comentarios,
incluso pocas horas después de haberlos enviado
[…]”. Este tipo de maniobras fue alertado ante el
Comité de Ética en Publicaciones, que posteriormente publicó en su sitio web que estos sistemas
eran orquestados por agencias que ayudaban a los
autores a escribir o mejorar sus artículos y luego
les vendían revisiones por pares favorables.
Huelga aclara que estos sistemas pueden funcionar sólo cuando las revistas solicitan a sus autores
que “sugieran” revisores para sus propios trabajos y,
aunque a muchos editores no les agrada esta práctica,
es frecuentemente utilizada por distintas razones.
Otros casos también son expuestos por el artículo. Tal es el caso de revistas, que para sus
revisiones, no utilizan el método anterior sino que
se basan en la expertise de sus miembros del comité editor y de sus editores adjuntos o invitados. Pero
en este último caso sucede algo similar: los mismos
invitados no están sujetos a ningún tipo de verificación independiente pudiendo socavar el proceso
de revisión y crear falsas identidades o cuentas de
email. Tanto es así, que una investigación encontró que tres editores invitados cometieron este tipo de
fraude y debieron retractar 32 artículos.
Conclusiones individuales al margen, lo cierto es
que el sistema electrónico utilizado para la revisión
de los manuscritos es plausible de violación. No es
casualidad, dice Haug, que estos fraudes se hayan
originado en China y el sudeste asiático, donde la
presión por publicar, y publicar rápido en revistas
prestigiosas, es muy alta. Aclara luego, que no es
un problema exclusivo de estas zonas, sino que el
problema son los perversos sistemas de incentivos
de las publicaciones científicas. Por ello, dice, seguirán apareciendo modos de engaño y fraude más
rápido que nuevos sistemas de control.
El proceso de revisión por pares (del cual la
RAMR es un orgulloso ejemplo digno de imitación)
y el resto de los sistemas de evaluación del mundo
científico no funcionan de modo perfecto y, aunque
generalmente terminan descubiertos, no siempre
con prontitud para evitar su publicación, los errores y las mentiras pueden tener una larga vida en
la ciencia a costa de los distintos tipos de fraude
en las publicaciones.
Bibliografía
1. Schulz P, Katime I. Los fraudes científicos. Revista Iberoamericana de Polímeros 2003; 4: 2.
Lecturas sugeridas
– Nylenna M, Andersen D, Dahlquist G, Sarvas M, Aakvaag A on behalf of the National Committees on Scientific Dishonesty in the Nordic Countries. Handling of scientific dishonesty in the Nordic countries. Lancet 1999; 354: 57-61.
– Retraction of articles from Springer journals. London: Springer, August 18, 2015. En: http://www.springer.com/gp/about-springer/media/statements/retraction-of-articles-from-springer-journals/735218.
– Ferguson C, Marcus A, Oransky I. Publishing: the peerreview scam. Nature 2014; 515: 480-2.